El
llanto al que se alude aquí es la verdadera tristeza de corazón por
haber pecado. Dice Jesús: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a
todos atraeré a mí mismo”. Juan 12:32. A medida que una persona se
siente persuadida a mirar a Cristo levantado en la cruz, percibe la
pecaminosidad del ser humano. Comprende que es el pecado lo que azotó y
crucificó al Señor de la gloria.
Reconoce que, aunque se lo amó con cariño indecible, su vida ha sido un
espectáculo continuo de ingratitud y rebelión. Abandonó a su mejor Amigo
y abusó del don más precioso del cielo. El mismo crucificó nuevamente
al Hijo de Dios y traspasó otra vez su corazón sangrante y agobiado. Lo
separa de Dios un abismo ancho, negro y hondo, y llora con corazón
quebrantado...
Ese llanto recibirá “consolación”. Dios nos revela
nuestra culpabilidad para que nos refugiemos en Cristo y para que por él
seamos librados de la esclavitud del pecado, a fin de que nos
regocijemos en la libertad de los hijos de Dios. Con verdadera
contrición, podemos llegar al pie de la cruz y depositar allí nuestras
cargas.
Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de
consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido.
Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios “no aflige ni entristece
voluntariamente a los hijos de los hombres”. Cuando él permite que
suframos pruebas y aflicciones, es “para lo que nos es provechoso, para
que participemos de su santidad”. Lamentaciones 3:33; Hebreos 12:10. Si
la recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de
soportar resultará una bendición. El golpe cruel que marchita los gozos
terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que
nunca habrían conocido a Jesús si la tristeza no los hubiera movido a
buscar consuelo en él!
Las pruebas de la vida son los instrumentos
de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad.
Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso
resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero
la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El
Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil.
Unicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio. De Autor Momentos de Oracion.
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