La madre puede preguntarse: “¿No habré de castigar nunca a mi hijo?”
Puede ser que la vara sea necesario cuando los demás recursos fracasen;
sin embargo ella no debe usar la vara si es posible evitarlo. Pero si
las correcciones más benignas resultan insuficientes, el castigo para
hacer volver al niño en sí debe ser administrado con amor.
Frecuentemente una sola corrección de esta naturaleza bastará para toda
la vida, pues demostrará al niño que él no tiene en sus manos las
riendas del dominio. – {CM 111.2}
Y cuando este paso llega a ser
necesario, se le debe inculcar seriamente al niño el pensamiento de que
se le administra el castigo no para la satisfacción de los padres ni
como acto de arbitraria autoridad, sino para su propio beneficio. Debe
enseñársele que todo defecto no corregido le ocasionará desgracia, y
desagradará a Dios. Bajo esa disciplina, los niños hallarán su mayor
felicidad en someter su voluntad a la voluntad de su Padre celestial...
A veces hacemos más para provocar que para ganar. He visto a una madre
arrebatar de la mano de su hijo algo que le ocasionaba placer especial.
El niño no veía la razón de ello, y naturalmente se sintió maltratado.
Luego siguió un altercado entre ambos, y un vivo castigo puso fin a la
escena, por lo menos aparentemente; pero esta batalla dejó en la mente
tierna una impresión que no se iba a borrar fácilmente. Esa madre actuó
imprudentemente. No razonó de causa a efecto. Su acción dura, poco
juiciosa, despertó las peores pasiones en el corazón de su hijo, y en
toda ocasión similar esas mismas pasiones se iban a despertar y
fortalecer.
¿Pensáis que Dios no se fija en la manera en que tales
niños son corregidos? El lo ve, y sabe cuáles podrían haber sido los
bienaventurados resultados de la obra de corrección hecha de una manera
que hubiese conquistado en lugar de repeler.
No corrijáis nunca a
vuestros hijos si estáis airados. Un arrebato vuestro no curará el mal
genio de vuestro hijo. De todos, éste es el momento en que debéis actuar
con humildad, paciencia y oración. Es el momento de arrodillarse con
los niños y pedir perdón al Señor. Si sois padres cristianos, antes de
ocasionar dolor físico a vuestro hijo, revelaréis el amor que tenéis
para con vuestros pequeñuelos que yerran. Mientras os postráis delante
de Dios con vuestro hijo, presentaréis al Redentor lleno de simpatía sus
propias palabras: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de Dios”. Marcos 10:14. Esta oración
traerá a los ángeles a vuestro lado. Vuestro hijo no olvidará estos
incidentes, y la bendición de Dios descansará sobre tal instrucción,
guiándolo a Cristo.
Cuando los niños comprenden que sus padres
están procurando ayudarles, pondrán todas sus energías en la debida
dirección. Y para los niños que reciben la debida instrucción en el
hogar, las ventajas de nuestras escuelas serán mayores que para aquellos
a quienes se ha dejado crecer sin ayuda espiritual en casa.
Los
niños que no han experimentado el poder purificador de Jesús son presa
legítima del enemigo, y los malos ángeles tienen fácil acceso a ellos.
Algunos padres son descuidados, y permiten que sus hijos se críen con
muy poca restricción. Pero tienen una gran obra que hacer para
corregirlos, prepararlos, llevarlos a Dios y pedir su bendición sobre
ellos. Por los esfuerzos fieles e incansables de los padres, y la
bendición y gracia concedida a los hijos en respuesta a las oraciones de
los padres, será quebrantado el poder de los ángeles malignos, y se
derramará sobre los hijos una influencia santificadora. Así serán
rechazadas las potestades de las tinieblas. De Autor Momentos de Oracion.
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