En su sabiduría el Señor ha decretado que la familia sea el mayor agente
educativo. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño.
Allí está su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe
aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones
de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias
educativas del hogar son un poder decidido para el bien o para el mal.
Son, en muchos respectos, silenciosas y
graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder
abarcante para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente
al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por
él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar!
En esta
escuela—el primer grado—debe utilizarse el mejor talento. Sobre los
padres recae la obligación de dar instrucción física, mental y
espiritual. Debe ser el objeto de todo padre, asegurar para su hijo un
carácter bien equilibrado, simétrico. Esa es una obra de no pequeña
magnitud e importancia, una obra que requiere ferviente meditación y
oración no menos que esfuerzo paciente y perseverante. Hay que echar un
fundamento correcto, levantar una armazón fuerte y firme, y luego, día
tras día, adelantar la obra de edificar, pulir y perfeccionar...
Los
niños pueden ser educados para el servicio del pecado o para el servicio
de la justicia. Salomón dice: “Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6. Este es un
lenguaje positivo. La educación que Salomón ordena, ha de dirigir,
educar y desarrollar. Pero para hacer esta obra, los padres mismos deben
comprender el “camino” por el cual debe andar el niño. Es imposible
para ellos dar a sus hijos la debida preparación a menos que se
entreguen primero a Dios y aprendan del gran Maestro lecciones de
obediencia a su voluntad. De Autor Momentos de Oracion.
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