Solo Cristo pudo llevar las aflicciones de muchos. “En toda angustia de
ellos él fue angustiado”. Isaías 63:9. Nunca provocó una enfermedad a su
propia carne, pero llevó las enfermedades ajenas. Con la más tierna
simpatía contemplaba a los dolientes que lo rodeaban. Gimió en espíritu
cuando vio la obra de Satanás revelada en toda su maldad, e hizo suyo
cada caso de necesidad y dolor... El poder del amor estuvo en toda su
[obra de] curación. Identificó sus intereses con los de la humanidad doliente...
Cristo era salud y fortaleza en sí mismo, y cuando los dolientes eran
traídos a su presencia, siempre era reprochada la enfermedad. Por esa
razón no fue inmediatamente a ver a Lázaro. No podría haber visto su
sufrimiento sin aliviarlo. No podría haber visto la enfermedad y la
muerte sin combatir el poder de Satanás. Fue permitida la muerte de
Lázaro para que pudiera ser presentada su resurrección, como la última
evidencia cumbre para los judíos, de que Jesús era el Hijo de Dios.
Y en todo ese conflicto con el poder del mal siempre estuvo delante de
Cristo la oscura sombra en la que él mismo debía entrar. Estuvo siempre
delante de él el medio por el cual debía pagar el rescate de esas
almas... Cuando resucitó a Lázaro, sabía que por esa vida debía pagar el
rescate en la cruz del Calvario... Se dice de las multitudes de
dolientes que lo cercaban: “Sanaba a todos”. Mateo 12:15. Así expresó su
amor para los hijos de los hombres. Sus milagros fueron parte de su
misión... Sabe cómo pronunciar las palabras “sé sano”; y cuando ha
curado al doliente, le dice: “Vete, y no peques más”. De Autor Momentos de Oracion.
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