La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de Cristo se
reveló en la cruz. El dio todo lo que poseía y se dio a sí mismo para
que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un llamamiento a la
generosidad de todo discípulo del Salvador. El principio que proclama
es de dar, dar siempre. Su realización por la benevolencia y las buenas
obras es el verdadero fruto de la vida cristiana. El principio de la
gente del mundo es: ganar, ganar
siempre; y así se imagina alcanzar la felicidad, pero cuando este
principio ha dado todos sus frutos, se ve que sólo engendra la miseria y
la muerte...
La luz del Evangelio que irradia de la cruz de Cristo
condena el egoísmo y estimula la generosidad y la benevolencia. No
debería ser causa de quejas el hecho de que se nos dirigen cada vez más
invitaciones a dar. En su divina providencia Dios llama a su pueblo a
salir de su esfera de acción limitada para emprender cosas mayores. Se
nos exige un esfuerzo ilimitado en un tiempo como éste, cuando las
tinieblas morales cubren el mundo. Muchos de los hijos de Dios están en
peligro de dejarse prender en la trampa de la mundanalidad y avaricia.
Deberían comprender que es la misericordia divina la que multiplica las
solicitudes de recursos. Deben serles presentados blancos que despierten
su benevolencia, o no podrán imitar el carácter del gran Modelo. De Autor Momentos de Oracion.
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