Cuando alguien les pregunte cómo se sienten, no se quejen, ni critiquen,
ni traten de pensar en algo triste para contarle con el fin de ganar su
compasión; sino tómelo de la mano, diciendo: “¡Alabado sea Dios! ¡Bueno
es el Señor, y digno de ser honrado en gran manera! Lo amo porque El me
amó primero”. Sea su conversación alentadora y llena de esperanza. No
hablen con desánimo, contando su falta de fe, sus penas y sufrimientos,
pues el diablo se deleita en oir tales
palabras. Cuando hablan de temas deprimentes, están glorificando al
enemigo. Hablen de la fe, la esperanza y el valor, glorificando así a
Dios...
En vez de causar daño con los chismes, hablemos del
inigualable poder de Cristo, y conversemos de su gloria, magnificando y
exaltando así al Señor Jehová de los ejércitos, y preparándonos para
entonar el cántico de victoria en el reino de gloria. Cantando canciones
de triunfo y acción de gracias ahora, podemos aprestarnos para entonar
el cántico de Moisés y del Cordero cuando nos encontremos sobre el mar
de vidrio.
El Señor permanecerá con nosotros durante esta vida, si
permitimos que su Espíritu nos guíe y no dejamos de glorificar su
nombre. Deberíamos introducir en nuestras vidas tanto del cielo como sea
posible. La luz del cielo que ilumina el corazón será difundida con
palabras agradables, con hechos llenos de amabilidad hacia los que nos
rodean. Si nos hemos relacionados con el Señor, podremos decir en el
momento de su venida: “He aquí, éste es nuestro Dios; le hemos esperado,
y nos salvará”. Isaías 25:9. De Autor Momentos de Oracion.
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