Cristo fue el poderoso Sanador de toda enfermedad espiritual y física.
¡Mire, oh mire, al compasivo Redentor! Contémplelo con el ojo de la fe
caminando por las calles de las ciudades, reuniendo en su derredor a los
débiles y cansados. Los seres humanos desvalidos y pecaminosos se
agolpaban a su alrededor. Vea a las madres con sus enfermos y
agonizantes pequeños en los brazos tratando de abrirse paso a través de
la multitud a fin de ser advertidas y recibir
el toque sanador. Permita que el ojo de la fe se posesione de la
escena. Observe a las madres tratando de llegar a El, pálidas, cansadas,
casi desesperadas, pero determinadas y perseverantes, sosteniendo en
sus brazos su carga de sufrimiento...
Mientras estas personas
anhelantes son empujadas hacia atrás, Cristo avanza hacia ellas paso a
paso, hasta llegar a su lado. Lágrimas de alegría y esperanza fluyen
libremente porque la atención de Jesús se dirige hacia ellas, y en sus
ojos ven expresada la más tierna compasión y amor tanto por las
debilitadas madres como por los dolientes niños. Las invita a tener
confianza, diciendo: “¿Qué puedo hacer por ti?” La madre entre sollozos
expresa su gran anhelo: “Señor, sana a mi hijo”. Había manifestado su fe
abriéndose paso hacia El, aunque no sabía que El se estaba dirigiendo
hacia ella. Cristo toma al niño en sus brazos. Pronuncia la palabra, y
la enfermedad huye ante su toque. La palidez de muerte desaparece. La
corriente de vida fluye a través de sus venas. Los músculos reciben
vigor.
Dirige a la madre palabras de consuelo y paz, y entonces
otro caso tan urgente como el anterior se presenta ante El. La madre
pide ayuda para ella y su hijo, porque los dos están padeciendo. Con
prontitud y gozo Cristo ejerce su poder vivificante, y ellos alaban y
dan honor y gloria a su nombre que hace cosas maravillosas.
Ninguna
mirada de enojo en el semblante de Cristo alejaba al humilde suplicante
de su presencia. Los sacerdotes y gobernantes trataban de desanimar a
los sufrientes y necesitados diciéndoles que Cristo sanaba a los
enfermos por el poder del demonio. Pero su obra no podía ser detenida.
Estaba determinado a no abandonarla ni desanimarse. Sufriendo El mismo
privaciones, viajó a través del país que fue escenario de sus labores
prodigando sus bendiciones y tratando de alcanzar los corazones
endurecidos. De Autor Momentos de Oracion.
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