Cuando Cristo llamó a sus discípulos para que le siguieran, no les
ofreció lisonjeras perspectivas para esta vida. No les prometió
ganancias ni honores mundanos, ni tampoco demandaron ellos paga alguna
por sus servicios. A Mateo, sentado en la receptoría de impuestos, le
dijo: “‘Sígueme’. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió”. Lucas
5:27, 28. Mateo, antes de prestar servicio alguno, no pensó en exigir
paga igual a la que cobraba en su profesión. Sin vacilar ni
hacer una sola pregunta, siguió a Jesús. Le bastaba saber que estaría
con el Salvador, oiría sus palabras y estaría mucho con él en su obra...
Otro tanto había sucedido con los discípulos llamados anteriormente.
Cuando Jesús invitó a Pedro y a sus compañeros a que le siguieran, en el
acto todos ellos dejaron sus barcas y sus redes. Algunos de estos
discípulos tenían deudos a quienes mantener; pero cuando oyeron la
invitación del Salvador, no dudaron ni preguntaron: “¿Cómo viviré y
quién mantendrá a mi familia?” Fueron obedientes al llamado, y cuando en
una ocasión ulterior Jesús les preguntó: “Cuando os envié sin bolsa,
alforja ni calzado, ¿os faltó algo?”, ellos contestaron: “Nada”. Lucas
22:35.
El Salvador nos llama hoy a su obra, como llamó a Mateo, a
Juan y a Pedro. Si su amor mueve nuestro corazón, el asunto de la
compensación no será el que predomine en nuestro ánimo. Nos gozaremos en
ser colaboradores con Cristo, y sin temor nos confiaremos a su cuidado.
Si hacemos de Dios nuestra fuerza, tendremos claras percepciones de
nuestro deber y aspiraciones altruistas; el móvil de nuestra vida será
un propósito noble que nos elevará por encima de toda preocupación
sórdida. De Autor Momentos de Oracion.
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