Usted podría hacer una obra mucho más grande y mucho más eficiente si
cultivara una tranquila confianza en Dios y no estuviera ansioso,
preocupado y perturbado, como si Jesús estuviera en el sepulcro y Ud. no
tuviera Salvador. El resucitó... ascendió a los cielos y es su Abogado
delante del trono de Dios...
Los discípulos de Cristo no deben
asombrarse si son llamados a participar de los sufrimientos de Cristo.
¿Cómo puede mirar El a aquellos por
quienes hizo tanto, por quienes pagó un precio tan infinito y que sin
embargo no han apreciado nunca su gran don por ellos? La obra de los
representantes de Cristo debe ser similar a la de su Redentor. No deben
contemplarse a sí mismos ni confiar en el yo. No deben hacer una
evaluación demasiado alta de sus propios esfuerzos, pues cuando vean que
otros no consideran sus labores de tanto valor como ellos mismos las
estiman, llegan a sentir que no vale la pena seguir trabajando. Pero
ésta es la obra del enemigo. No vivimos para los hombres sino para Dios.
El considera nuestra obra en su verdadero valor. Aprecia la nobleza de
carácter, y sea que los hombres la aprecien o no, ella continúa viviendo
después que el hombre ha desaparecido. Cuando ya el ser humano no tiene
nada que hacer con cosa alguna debajo del sol, el ejemplo que dejó, las
palabras de oro que pronunció, continúan viviendo por toda la
eternidad. Esta influencia que correspondió al modelo divino nunca
muere. Su vida se conectó con Dios.
Todos ejercemos una influencia
personal, y nuestras palabras y acciones dejan una impresión indeleble.
Es nuestro deber vivir, no para el yo, sino para el bien de otros; no
para ser manejados por nuestros sentimientos, sino para tener en cuenta
que nuestra influencia es un poder para el bien o para el mal. Dios
quiere que sus obreros sean lo que David encomendó a Salomón que fuera:
“Sé hombre”. 1a.Reyes 2:2
A Dios no le complace que alguno de sus
representantes se preocupe, se canse y se agote al punto de no poder
esparcir ya la dulce fragancia del cielo en su vida. No tenemos sino una
vida para vivir. Jesús vino a nuestro mundo para enseñamos a vivir esa
vida a fin de que podamos representar el carácter del Cielo. Nunca
debiéramos ser pusilánimes, porque ello será perjudicial para nosotros
mismos y para aquellos que estén al alcance de nuestra influencia. Dios
requiere que nos comportemos con dignidad en las pruebas y en las
tentaciones. El Varón de dolores, experimentado en quebranto, está ante
nosotros como nuestro ejemplo. “Al que venciere, le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi
Padre en su trono”. Apocalipsis 3:21. De Autor Momentos de Oracion.
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