No necesitamos llevar cuenta de las pruebas, dificultades, pesares y
tristezas, porque están consignados en los libros, y no los olvidará el
cielo. Mientras rememoramos las cosas desagradables, se escapan de la
memoria muchas que son agradables, tales como la bondad misericordiosa
con que Dios nos rodea a cada momento, y el amor que admira a los
ángeles, el que le impulsó a dar a su Hijo para que muriese por
nosotros. Si al trabajar para Cristo creen haber experimentado mayores
pruebas y cuidados que las que afligieron a otros, recuerden que gozarán
de una paz desconocida por quienes rehuyeron esas cargas. Hay consuelo y
gozo en el servicio de Cristo. Demuestren al mundo que la vida de
Cristo no es fracaso.
Si no se sienten de buen ánimo y alegres, no
hablen de ello. No arrojen sombra sobre la vida de los demás. Una
religión fría y desolada no atrae nunca a las personas a Cristo. Las
aparta de él para empujarlas a las redes que Satanás tendió ante los
pies de los descarriados. En vez de pensar en vuestros desalientos,
piensen en el poder a que pueden aspirar en el nombre de Cristo.
Aférrese vuestra imaginación a las cosas invisibles. Dirijan sus
pensamientos hacia las manifestaciones evidentes del gran amor de Dios
por ustedes. La fe puede sobrellevar la prueba, resistir la tentación y
mantenerse firme ante los desengaños. Jesús vive y es nuestro Abogado.
Todo lo que su mediación nos asegura es nuestro...
¿No creen que
Cristo aprecia a quienes viven enteramente para él? ¿No piensan que
visita a los que como el amado Juan en el destierro, se encuentran por
su causa en situaciones difíciles? Dios no consentirá en que sea dejado
solo uno de sus fieles obreros, para que luche con gran desventaja y sea
vencido. Él guarda como preciosa joya a todo aquel cuya vida está
escondida con Cristo en él. De cada uno de ellos dice: “Te pondré como
anillo de sellar, porque yo te he escogido”. Hageo 2:23.
Por tanto,
hablen de las promesas; hablen de la buena voluntad de Jesús para
bendecir. No nos olvida ni un solo instante. Cuando, a pesar de las
circunstancias desagradables, sigamos confiados en su amor y unidos
íntimamente con él, el sentimiento de su presencia nos inspirará un gozo
profundo y tranquilo. Acerca de sí mismo Cristo dijo:
“Nada hago
por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo, porque el
que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo
hago siempre lo que le agrada”. Juan 8:28, 29.
La presencia del
Padre rodeaba a Cristo, y nada le sucedía que Dios en su infinito amor
no permitiera para bendición del mundo. Esto era fuente de consuelo para
Cristo, y lo es también para nosotros. El que está lleno del Espíritu
de Cristo vive en Cristo. Lo que le suceda viene del Salvador, quien le
rodea con su presencia. Nada podrá tocarle sin permiso del Señor. Todos
nuestros padecimientos y tristezas, todas nuestras tentaciones y
pruebas, todas nuestras pesadumbres y congojas, todas nuestras
privaciones y persecuciones, todo, en una palabra, contribuye a nuestro
bien. Todos los acontecimientos y las circunstancias obran con Dios para
nuestro bien. De Autor Momentos de Oracion
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