Cuando imploramos misericordia y bendición de Dios, debemos tener un
espíritu de amor y perdón en nuestro propio corazón. ¿Cómo podemos orar:
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores” (Mateo 6:12) y abrigar, sin embargo, un espíritu que
no perdona? Si esperamos que nuestras oraciones sean oídas, debemos
perdonar a otros como esperamos ser perdonados nosotros...
Al terminar el Padrenuestro, añadió Jesús: “Porque
si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. El que no perdona
suprime el único conducto por el cual puede recibir la misericordia de
Dios. No debemos pensar que, a menos que confiesen su culpa los que nos
han hecho daño, tenemos razón para no perdonarlos. Sin duda, es su deber
humillar sus corazones por el arrepentimiento y la confesión; pero
hemos de tener un espíritu compasivo hacia los que han pecado contra
nosotros, confiesen o no sus faltas.
En la oración que Jesús enseñó a
sus discípulos, dijo: “Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores”. No podemos repetir esta
oración de corazón y atrevernos a ser implacables, porque pedimos al
Señor perdonar nuestras ofensas de la misma manera que nosotros
perdonamos a los que nos ofenden. Pero pocos se dan cuenta de la
verdadera importancia de esta oración. Si los que son implacables
comprendiesen la profundidad de su significado, no se atreverían a
repetirla y pedir a Dios que los trate como ellos tratan a sus
semejantes.
Necesitamos examinar nuestros corazones como una
preparación para presentarnos ante Dios en oración, para conocer en qué
actitud de espíritu nos encontramos. Y si no perdonamos a otros, nuestra
petición por perdón será desoída. “Perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Cuando nosotros, como
pecadores, nos acercamos al propiciatorio, no podemos expresar el
sentimiento de esta petición si no hay perdón en nuestros corazones para
todos aquellos que nos han ofendido. Acerca de esta petición comenta
Jesús: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará
también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los
hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas”. De Autor Momentos de Oracion.
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