Tanto el arrepentimiento como el perdón son dones de Dios que recibimos
por medio de Cristo. Gracias a la influencia del Espíritu Santo somos
convencidos de pecado y sentimos la necesidad de perdón. Siendo que la
gracia de Dios es la que produce contrición, ninguno es perdonado a no
ser por la gracia del Señor que contrita el corazón. Puesto que conoce
nuestras debilidades y flaquezas, Dios está dispuesto a ayudamos. Él oye
la oración de fe; sin embargo, la
sinceridad de la plegaria únicamente puede demostrarse si hay un real
esfuerzo personal de vivir en armonía con la gran norma que prueba el
carácter de cada persona. Necesitamos abrir nuestros corazones a la
influencia del Espíritu y a la experiencia de su poder transformador...
“Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. ¿Por
qué será que no creemos en la promesa de Dios? El pedir y el recibir se
hallan íntimamente vinculados. Si pide con fe las cosas que Dios ha
prometido, las recibirá. Mire a Jesús por las cosas que necesita. Pídale
el perdón de pecados, y a medida que pida con fe, su corazón será
ablandado, y perdonará a los que le hayan ofendido, y sus peticiones se
elevarán ante Dios con la fragancia del amor. Junto con la oración viene
el ser vigilantes, y cada pensamiento, palabra y acción estará en
armonía con su petición por la reforma de la vida. La oración de fe
traerá resultados correspondientes. Pero el mero formalismo de palabras,
sin el deseo ferviente y sincero de recibir ayuda, sin la esperanza de
recibir, no logrará nada. Que ningún suplicante semejante crea que
recibirá nada del Señor. Los que se alleguen a Dios deben creer que él
es, y que es el galardonador de todo aquel que lo busca con diligencia. De Autor Momentos de Oracion.
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