El padre y la madre deberían ser los primeros maestros de sus hijos.
Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad. El mundo
está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una
vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros
ocultos o el fin temible de la senda que a ellos les parece camino de la
felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan sus energías, y
millones quedan perdidos para este
mundo y para el venidero. Los padres deberían recordar siempre que sus
hijos tienen que arrostrar estas tentaciones. Deben preparar al niño
desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito las
batallas contra el mal.
Los padres necesitan a cada paso una
sabiduría más que humana a fin de comprender cómo educar mejor a sus
hijos para una vida útil y feliz aquí, y para un servicio más elevado y
un mayor gozo en el más allá...
La educación infantil una parte
importante del plan de Dios—La educación de los niños constituye una
parte importante del plan de Dios para demostrar el poder del
cristianismo. Una solemne responsabilidad reposa sobre los padres en el
sentido de educar a sus hijos para que cuando salgan al mundo, hagan
bien y no mal a aquellos con quienes se asocien.
Los padres no
deberían considerar livianamente la obra de educar a sus hijos, ni
descuidarla por ningún motivo. Deberían emplear mucho tiempo estudiando
cuidadosamente las leyes que regulan nuestro organismo. Deberían hacer
su primer objetivo el conocer cabalmente la manera debida de tratar con
sus hijos, a fin de proporcionarles mentes y cuerpos sanos. . . .
Muchos que profesan ser seguidores de Cristo descuidan tristemente sus
deberes domésticos; no perciben la sagrada importancia de la
responsabilidad que Dios ha encomendado en sus manos, de moldear los
caracteres de sus hijos de tal modo que posean una fibra moral que les
permita resistir a las numerosas tentaciones que entrampan los pies de
la juventud.
Es necesaria la colaboración con Dios—Cristo no le
pidió a su Padre que retirara a los discípulos del mundo, sino que los
guardara del mal en el mundo para protegerlos de caer en las tentaciones
que encontrarían en todas partes. Los padres y las madres deberían
ofrecer esta misma oración en favor de sus hijos. ¿Pero han de rogar a
Dios y luego dejar que sus hijos hagan como les plazca? Dios no puede
proteger del mal a los hijos si los padres no colaboran con él. Los
progenitores deben realizar su obra valiente y gozosamente, manifestando
un esfuerzo incansable.
Si los padres comprendieran que nunca
quedarán libres de la responsabilidad de educar y formar a sus hijos
para Dios, si hicieran su obra con fe, colaborando con Dios mediante
oración ferviente y trabajo, tendrían éxito en llevar a sus hijos al
Salvador. De Autor Momentos de Oracion.
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