¡Qué
tema de meditación nos resulta el sacrificio que hizo Jesús por los
pecadores perdidos! “Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga
fuimos nosotros curados.” Isaías 53:5. ¿Cuánto debemos estimar las
bendiciones así puestas a nuestro alcance? ¿Podría Jesús haber sufrido
más? ¿Podría haber comprado para
nosotros más ricas bendiciones? ¿No debiera esto enternecer el corazón
más duro, cuando recordamos que por nuestra causa dejó la felicidad y la
gloria del cielo, y sufrió pobreza y vergüenza, cruel aflicción y una
muerte terrible? Si por su muerte y resurrección él no hubiese abierto
para nosotros la puerta de la esperanza, no habríamos conocido más que
los horrores de las tinieblas y las miserias de la desesperación. En
nuestro estado actual, favorecidos y bendecidos como nos vemos, no
podemos darnos cuenta de qué profundidades hemos sido rescatados. No
podemos medir cuánto más profundas habrían sido nuestras aflicciones,
cuánto mayores nuestras desgracias, si Jesús no nos hubiese rodeado con
su brazo humano de simpatía y amor, para levantarnos...
Podemos
regocijarnos en la esperanza. Nuestro Abogado está en el santuario
celestial intercediendo por nosotros. Por sus méritos tenemos perdón y
paz. Murió para poder lavar nuestros pecados, revestirnos de su
justicia, y hacernos idóneos para la sociedad del cielo, donde podremos
morar para siempre en la luz.
Amado hermano, amada hermana, cuando
Satanás quiera llenar vuestra mente de abatimiento, lobreguez y duda,
resistid sus sugestiones. Habladle de la sangre de Jesús, que limpia de
todo pecado. No podéis salvaros del poder del tentador; pero él tiembla y
huye cuando se insiste en los méritos de aquella preciosa sangre. ¿No
aceptaréis, pues, agradecidos, las bendiciones que Jesús concede? ¿No
tomaréis la copa de la salvación que él ofrece, e invocaréis el nombre
del Señor? No manifestéis desconfianza en Aquel que os ha llamado de las
tinieblas a su luz admirable. No causéis por un momento, mediante
vuestra incredulidad, dolor al corazón del Salvador compasivo. El vigila
con el interés más intenso vuestro progreso en el camino celestial; él
ve vuestros esfuerzos fervientes; nota vuestros descensos y vuestros
restablecimientos, vuestras esperanzas y vuestros temores, vuestros
conflictos y vuestras victorias. De Autor Momentos de Oracion.
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