Siempre
hubo y habrá dos clases de personas hasta el fin del mundo: los que
creen en Jesús y los que lo rechazan. Los pecadores, por impíos,
abominables y corruptos que sean, por fe en él serán purificados y
quedarán limpios al cumplir su Palabra... Los que rechazan a Cristo y se
niegan a creer la verdad se llenarán de amargura contra los que aceptan
a Jesús como Salvador personal. Pero
los que reciben a Cristo se quebrantan y se dejan subyugar por la
manifestación de su amor y humillación, y por el hecho de que sufrió y
murió por ellos...
La paz que Cristo dejó a sus discípulos y por la
cual oramos, es la paz que proviene de la verdad, que no se puede apagar
a causa de las divisiones. Afuera puede haber guerras y rencillas,
envidias, celos, odio y revueltas; pero la paz de Cristo no es la que el
mundo da o quita. Puede permanecer en medio de la persecución de los
espías y la más enconada oposición de los enemigos de Dios... Cristo no
trató nunca de conseguir la paz traicionando sagrados cometidos. No se
podría lograr la paz transigiendo con los principios... Es un grave
error el que cometen los hijos de Dios cuando pretenden salvar el abismo
que separa a los hijos de la luz de los hijos de las tinieblas,
apartándose de los principios y transigiendo con la verdad. Eso sería
perder la paz de Cristo para hacer la paz o fraternizar con el mundo.
Hacer la paz con el mundo abandonando los principios de la verdad es un
sacrificio demasiado caro para los hijos de Dios... Los seguidores de
Cristo deben afirmar en su mente la decisión de que nunca transigirán,
ni cederán en un ápice sus principios para atraerse el favor del mundo.
Tienen que aferrarse a la paz de Cristo. De autor Momentos de Oracion.
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