No siempre nos damos cuenta de que la santificación, que tan
fervorosamente deseamos y por la cual oramos tan fervientemente, se
produce mediante la verdad, y por la providencia de Dios, en la manera
que menos esperamos. Cuando buscamos gozo, he aquí tristeza. Cuando
esperamos paz, frecuentemente tenemos desconfianza y duda debido a que
nos encontramos sumergidos en tribulaciones que no podemos evitar. En
estas pruebas estamos recibiendo las respuestas a nuestras
oraciones. A fin de ser purificados, el fuego de la aflicción debe
encenderse sobre nosotros, y nuestra voluntad debe ser puesta en
conformidad con la voluntad de Dios...
Las oraciones en las que
pedimos semejanza a la imagen de Cristo pueden no ser contestadas
exactamente como quisiéramos. Puede ocurrir que seamos examinados y
probados, porque Dios puede ver que lo mejor es colocarnos bajo una
disciplina que es esencial para nosotros antes que seamos súbditos
idóneos de las bendiciones que anhelamos. No debiéramos desanimarnos ni
dar lugar a la duda ni pensar que nuestras oraciones no han sido
advertidas. Debemos descansar más seguramente sobre Cristo y dejar
nuestro caso con Dios para que él responda nuestras oraciones en la
forma que crea más conveniente. Dios no ha prometido otorgar sus
bendiciones a través de los medios que nosotros establecemos. Dios es
demasiado sabio para equivocarse y demasiado solícito por nuestro bien
como para permitirnos elegir por nosotros mismos.
Los planes de
Dios son siempre los mejores aunque no siempre podamos discernirlos. La
perfección del carácter puede obtenerse solamente mediante trabajo,
conflicto y abnegación...
Cuán inestimablemente preciosos son los
dones de Dios—las gracias de su Espíritu—y cómo debiéramos desechar la
idea de huir del proceso de examen y prueba, no importa cuán penoso o
humillante nos resulte. ¡Qué fácil sería el camino al cielo si no fuera
por la abnegación o la cruz! ¡Cómo correrían los mundanos por ese camino
y cómo lo transitarían en innumerable cantidad los hipócritas! Gracias a
Dios por la cruz, por la abnegación. La ignominia y la vergüenza que
nuestro Salvador soportó por nosotros no es de ningún modo demasiado
humillante para los que son salvados por su sangre. De Autor Momentos de Oracion.
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