Seamos
agradecidos porque tenemos el privilegio de encomendar nuestras obras a
Dios. Debemos recordar que no somos piezas de un mecanismo inanimado,
sino seres inteligentes, capaces de elegir el bien y rehusar el mal, con
una clara conciencia y un propósito puro. Debemos apuntar a la
consecuencia en todas nuestras obras.
Debemos encomendar a Dios nuestro camino, probándolo
mediante sus preceptos escudriñadores. “Encomienda a Jehová tu camino, y
confía en él; y él hará”. Salmos 37:5. No podemos encomendar nuestro
camino a Dios si hacemos las obras de injusticia. “Si en mi corazón
hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”.
Salmos 66:18. Cuando encomendamos nuestro camino al Señor, debemos
escudriñar minuciosamente el corazón, arrojando fuera todo mal, para que
Cristo pueda llenarlo con su justicia. Debemos buscar al Señor en
oración, arrepintiéndonos de nuestros pecados desde el mismo comienzo de
nuestras peticiones.
La ley de Dios es la prueba de nuestras
acciones. Sus ojos ven todo acto, escudriñan cada rincón de la mente,
detectan todo engaño y toda hipocresía. Todas las cosas están desnudas y
abiertas ante la vista de Dios. Pero él recibirá a todos los que acudan
a él con corazones arrepentidos y una verdadera intención de abandonar
todo mal.
En todas nuestras transacciones comerciales, en cada
palabra y acto, debemos mantener un propósito puro y una clara
conciencia. Debemos encomendar nuestras obras a Dios y luego dejarlas en
sus manos. Nuestra obra debe hacerse con la integridad más estricta. No
debemos estimar nada que no podamos llevar a las cortes celestiales. Al
hacer nuestro trabajo, pidamos la ayuda ce Dios, comprendiendo que esto
es lo único que puede mantener nuestra obra libre de egoísmo. De Autor Momentos de Oracion.
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