No
nos conviene dejarnos llevar por el enojo con motivo de algún agravio
real o supuesto que se nos haya hecho. El enemigo a quien más hemos de
temer es el yo. Ninguna forma de vicio es tan funesta para el carácter
como la pasión humana no refrenada por el Espíritu Santo. Ninguna
victoria que podamos ganar es tan preciosa como la victoria sobre
nosotros mismos...
No debemos
permitir que nuestros sentimientos sean quisquillosos. Hemos de vivir,
no para proteger nuestros sentimientos o nuestra reputación, sino para
salvar a las personas. Conforme nos interesamos en la salvación de los
seres humanos, dejaremos de notar las leves diferencias que suelen
surgir en nuestro trato con los demás. Piensen o hagan ellos lo que
quieran con respecto a nosotros, nada debe turbar nuestra unión con
Cristo, nuestra comunión con el Espíritu Santo. “Pues ¿qué mérito tiene
el soportar que os abofeteen si habéis pecado? Pero si por hacer lo que
es bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de
Dios”. 1 Pedro 2:20. No se desquiten. En cuanto les sea posible, quiten
toda causa de falsa aprensión. Eviten la apariencia de mal. Hagan
cuanto puedan, sin sacrificar los principios cristianos, para
conciliarse con los demás. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y
allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu
ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y
entonces vuelve y presenta tu ofrenda”. Mateo 5:23, 24.
Si les
dicen palabras violentas, no repliquen jamás con el mismo espíritu.
Recuerden que “la respuesta suave aplaca la ira”. Proverbios 15:1. Y hay
un poder maravilloso en el silencio. A veces las palabras que se le
dicen al que está enfadado no sirven sino para exasperarlo. Pero pronto
se desvanece el enojo contestado con el silencio, con espíritu cariñoso y
paciente.
Bajo la granizada de palabras punzantes de acre censura,
mantengan su espíritu firme en la Palabra de Dios. Atesoren vuestro
espíritu y vuestro corazón las promesas de Dios. Si les tratan mal o si
les censuran sin motivo, en vez de replicar con enojo, repítanse las
preciosas promesas:
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Romanos 12:21.
“Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará. Exhibirá tu
justicia como la luz y tu derecho como el mediodía”. Salmos 37:5, 6.
“Nada hay encubierto que no haya de descubrirse; ni oculto que no haya de saberse”. Lucas 12:2.
“Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza. ¡Pasamos por el fuego y
por el agua, pero nos sacaste a la abundancia!” Salmos 66:12.
Propendemos a buscar simpatía y aliento en nuestro prójimo en vez de
mirar a Jesús. En su misericordia y fidelidad, Dios permite muchas veces
que aquellos en quienes ponemos nuestra confianza nos chasqueen, para
que aprendamos cuán vano es confiar en el hombre y hacer de la carne
nuestro brazo. Confiemos completa, humilde y abnegadamente en Dios. Él
conoce las tristezas que sentimos en las profundidades de nuestro ser y
que no podemos expresar. Cuando todo parezca oscuro e inexplicable,
recordemos las palabras de Cristo: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes
ahora, pero lo entenderás después”. Juan 13:7. De Autor Momentos de Oracion.
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