El
cristiano que ama a su Padre celestial puede no discernir por
providencias externas o señales visibles algún favor celestial. A
menudo está sumamente afligido, angustiado, perplejo. Las apariencias
parecen estar en su contra.
José era virtuoso y su carácter
estaba marcado por la verdadera bondad y firmeza de propósito, sin
embargo fue difamado, perseguido y
tratado como un criminal; pero Dios tenía señaladas victorias para José
aun cuando aparentaba sufrir a causa de su bien hacer. Daniel fue
arrojado en el foso de los leones a causa de su firme adhesión a los
principios y su lealtad a Dios, pero triunfó finalmente y Dios fue
glorificado mediante su siervo a quien él permitió que fuese humillado.
Job fue despojado de sus tesoros terrenales, privado de sus hijos y
convertido en un espectáculo de repugnancia para sus amigos, pero en la
hora de Dios, él mostró que no había abandonado a su siervo...
El
justo y fiel Esteban fue apedreado hasta la muerte por los enemigos de
Cristo. Seguramente no parecía que Dios estuviera fortaleciendo su causa
en la tierra permitiendo triunfar así a los impíos, pero en esta misma
circunstancia Pablo fue convertido a la fe y mediante su Palabra miles
fueron llevados a la luz del Evangelio. El amado, afectuoso Juan estuvo
en el exilio en la solitaria isla de Patmos, pero allí Jesús se encontró
con él. Le fue permitido mirar el trono de Dios y contemplar a los
redimidos de ropas blancas que habían venido de gran tribulación y que
habían lavado y blanqueado sus ropas en la sangre del Cordero.
Si os
manda que entréis al horno rugiente por amor de él, Jesús estará a
vuestro lado, así como estuvo con los tres fieles en Babilonia. Los que
aman a su Redentor, se gozarán en cada oportunidad de participar con él
en la humillación y en el vituperio. De Autor Momentos de Oracion.
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