Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que deben demostrar al
Señor que se han reformado, antes de poder contar con su bendición. Sin
embargo, ahora mismo pueden pedirla a Dios. Deben tener su gracia, el
Espíritu de Cristo, para que les ayude en sus flaquezas; de otra manera
no podrían resistir al mal. El Señor Jesús se complace en que vayamos a
El como somos: pecaminosos, sin fuerza, necesitados. Podemos ir con toda
nuestra debilidad, insensatez y maldad,
y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos
de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza.
Miles se equivocan en esto: no creen que el Señor Jesús los perdone
personal e individualmente. No creen al pie de la letra lo que Dios
dice. Es privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por sí
mismos que el perdón de todo pecado es gratuito. Alejad la sospecha de
que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador
arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles
ministradores las comuniquen a toda alma creyente. Nadie es tan pecador
que no pueda hallar fuerza, pureza y justicia en Jesús, quien murió por
todos. El está aguardando para quitarles sus vestiduras manchadas y
contaminadas de pecado y ponerles los mantos blancos de la justicia; les
ordena vivir, y no morir.
Dios no nos trata como los hombres se
tratan entre sí. Los pensamientos de El son pensamientos de
misericordia, de amor y de la más tierna compasión. El dice: “¡Deje el
malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a
Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, porque es
grande en perdonar!” “He borrado, como nublado, tus transgresiones, y
como una nube, tus pecados.”
Isaías 55:7; 44:22. De Autor Momentos de Oracion.
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