La obra que más ama el corazón de Cristo es la de atraer las almas hacia
él... Mira a Jesús, la Majestad del cielo. ¿Qué contemplas en la
historia de su vida? Su divinidad revestida con la humanidad, toda una
vida de continua humildad, la realización de un acto de condescendencia
tras otro, una trayectoria de continuo descenso de las cortes
celestiales a un mundo todo marchitado y malogrado con la maldición, un
mundo indigno de su presencia, en el que
descendió más y más, tomando la forma de un siervo, para ser
despreciado y desechado de los hombres, obligado a huir de lugar en
lugar para salvar su vida y, al fin, traicionado, rechazado,
crucificado. Luego, como pecadores por quienes sufrió Jesús más de lo
que los mortales pueden describir, ¿rehusaremos humillar nuestra
orgullosa voluntad?
Estudia día y noche el carácter de Cristo. Su
tierna compasión, su inexpresable e incomparable amor por las almas lo
indujeron a soportar toda la vergüenza, las injurias, los maltratos, las
incomprensiones de la tierra. Acércate más a él, contempla sus manos y
pies, lastimados y heridos por nuestras transgresiones. El castigo de
nuestra paz sobre él, y por su herida fuimos curados...
No pierdas
tiempo, no pase otro día a la eternidad antes de que vayas a él, tal
como eres, cualquiera sea tu debilidad, tu indignidad, tu descuido... La
invitación de Jesús para que vayas a él, la presentación de una corona
de gloria inmarcesible, la vida, la vida eterna que se compara con la
vida de Dios, no han sido suficiente aliciente para inducirte a servir a
Cristo con un afecto indiviso...
No estés más del lado de Satanás.
Efectúa cambios decididos y radicales mediante la gracia que te da
Dios... Él dice con lágrimas: “No queréis venir a mí para que tengáis
vida”. Juan 5:40. De Autor Momentos de oracion.
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