Dice el Señor Jesús: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo
recibisteis ya; y lo tendréis.” Marcos 11:24. Una condición acompaña
esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la
voluntad de Dios limpiarnos del pecado, hacernos hijos suyos y
habilitarnos para vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios
estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle por haberlas
recibido. Es nuestro privilegio ir a
Jesús para que nos limpie, y subsistir delante de la ley sin confusión
ni remordimiento. “Así que ahora, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.” Romanos 8:1 (V. NY).
De modo que ya no te
perteneces, porque fuiste comprado por precio. “Sabiendo que fuisteis
redimidos, ... no con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con
preciosa sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e
inmaculado.” 1Pedro 1:18, 19. Mediante este sencillo acto de creer en
Dios, el Espíritu Santo engendró nueva vida en tu corazón. Eres como un
niño nacido en la familia de Dios, y El te ama como a su Hijo.
Ahora bien, ya que te has consagrado al Señor Jesús, no vuelvas atrás,
no te separes de El, mas repite todos los días: “Soy de Cristo; le
pertenezco;” pídele que te dé su Espíritu y que te guarde por su gracia.
Así como consagrándote a Dios y creyendo en El llegaste a ser su hijo,
así también debes vivir en El. Dice el apóstol: “De la manera, pues, que
recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él.”
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