El llanto al que se alude aquí es la verdadera tristeza de corazón por
haber pecado. Dice Jesús: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a
todos atraeré a mí mismo”.A medida que una persona se siente persuadida a
mirar a Cristo levantado en la cruz, percibe la pecaminosidad del ser
humano. Comprende que es el pecado lo que azotó y crucificó al Señor de
la gloria. Reconoce que, aunque se lo amó con cariño indecible, su vida
ha sido un espectáculo continuo de
ingratitud y rebelión. Abandonó a su mejor Amigo y abusó del don más
precioso del cielo. El mismo crucificó nuevamente al Hijo de Dios y
traspasó otra vez su corazón sangrante y agobiado. Lo separa de Dios un
abismo ancho, negro y hondo, y llora con corazón quebrantado
Ese
llanto recibirá “consolación”. Dios nos revela nuestra culpabilidad para
que nos refugiemos en Cristo y para que por él seamos librados de la
esclavitud del pecado, a fin de que nos regocijemos en la libertad de
los hijos de Dios. Con verdadera contrición, podemos llegar al pie de la
cruz y depositar allí nuestras cargas...
Hay también en las palabras
del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la
pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra.
Dios “no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los
hombres”. Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es “para
lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”. Si la
recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de soportar
resultará una bendición. El golpe cruel que marchita los gozos
terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que
nunca habrían conocido a Jesús si la tristeza no los hubiera movido a
buscar consuelo en él!
Las pruebas de la vida son los instrumentos
de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad.
Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso
resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero
la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El
Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil.
Unicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un
palacio.
El Señor obrará para cuantos depositen su confianza en él.
Los fieles ganarán victorias preciosas, aprenderán lecciones de gran
valor y tendrán experiencias de gran provecho. De Autor Momentos de Oracion.
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