El amor verdadero es un principio santo y elevado, por completo
diferente en su carácter del amor despertado por el impulso, que muere
de repente cuando es severamente probado.
El amor verdadero no es
una pasión impetuosa, arrolladora y ardiente. Por el contrario, es
sereno y profundo. Mira más allá de lo externo, y es atraído solamente
por las cualidades. Es prudente y capaz de discernir claramente y su
devoción es real y permanente.
El amor es un precioso
don que recibimos de Jesús. El afecto puro y santo no es un
sentimiento, sino un principio. Los que son movidos por el amor
verdadero no carecen de juicio ni son ciegos.
La mansedumbre y la
amabilidad, la tolerancia y la longanimidad, el no sentirse fácilmente
provocado y el soportarlo, esperarlo y sufrirlo todo, esas cosas son los
frutos que produce el precioso árbol del amor, de crecimiento
celestial. Este árbol, si se lo nutre, se mantendrá siempre verde, sus
ramas no se caerán, ni se marchitarán sus hojas. Es inmortal, eterno, y
regado de continuo por los rocíos del cielo. De Autor Momentos de Oracion.
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