Si los hijos de Dios quisieran reconocer cómo los trata él y aceptasen
sus enseñanzas, sus pies hallarían una senda recta, y una luz los
conduciría a través de la oscuridad y el desaliento. David aprendió
sabiduría de la manera en que Dios lo trató, y se postró con humildad
bajo el castigo del Altísimo. La descripción fiel que de su verdadero
estado hizo el profeta Natán, le dio a conocer a David sus propios
pecados y le ayudó a desecharlos. Aceptó
mansamente el consejo y se humilló delante de Dios. “La ley de Jehová”,
exclamó él, “es perfecta, que convierte el alma”. Salmos 19:7.
Los
pecadores que se arrepienten no tienen motivo para desesperar porque se
les recuerden sus transgresiones y se los amoneste acerca de su
peligro. Los mismos esfuerzos hechos en su favor demuestran cuánto los
ama Dios y desea salvarlos. Ellos sólo deben pedir su consejo y hacer su
voluntad para heredar la vida eterna. Dios presenta a su pueblo que
yerra los pecados que comete con el fin de que vea su enormidad según la
luz de la verdad divina. Entonces, su deber es renunciar a ellos para
siempre. De Autor Momentos de Oracion.
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