Nuestras posesiones en esta vida son limitadas, pero el gran tesoro que
Dios ofrece en su don al mundo es ilimitado. Abarca todo deseo humano y
sobrepasa nuestros cálculos finitos. En el gran día de la decisión
final, cuando cada uno sea juzgado por sus obras, se hará callar toda
voz que hable en favor de la justificación de sí mismo; porque se verá
que el Padre en su don a la humanidad, dio todo lo que poseía, y
resultará evidente que los que han rehusado aceptar ese misericordioso ofrecimiento carecen de toda excusa...
No tenemos ningún enemigo exterior a quien debemos temer. Nuestro gran
conflicto lo tenemos con nuestro yo no consagrado. Cuando dominamos el
yo somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Hermanos
míos, ahí está la vida eterna que debemos ganar. Peleemos la buena
batalla de la fe. Nuestro tiempo de prueba no está en el futuro, sino en
el momento presente. Mientras éste dura, “buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo
6:33)—las cosas que ahora con tanta frecuencia ayudan a Satanás en sus
propósitos sirviendo como trampas para engañar y destruir. De Autor Momentos de Oracion.
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