Es
posible que una persona no sepa indicar el momento y lugar exactos de
su conversión, o que no pueda tal vez señalar el encadenamiento de
circunstancias que la llevaron a ese momento; pero esto no prueba que no
se haya convertido. Cristo dijo a Nicodemo: “El viento de donde quiere
sopla; y oyes su sonido, mas no sabes de donde viene, ni a donde va: así
es todo aquel que es nacido del
Espíritu.”Como el viento es invisible y, sin embargo, se ven y se
sienten claramente sus efectos, así también obra el Espíritu de Dios en
el corazón humano. El poder regenerador, que ningún ojo humano puede
ver, engendra una vida nueva en el alma; crea un nuevo ser conforme a la
imagen de Dios...
Aunque la obra del Espíritu es silenciosa e
imperceptible, sus efectos son manifiestos. Cuando el corazón ha sido
renovado por el Espíritu de Dios, el hecho se revela en la vida. Si bien
no podemos hacer cosa alguna para cambiar nuestro corazón, ni para
ponernos en armonía con Dios; si bien no debemos confiar para nada en
nosotros mismos ni en nuestras buenas obras, nuestra vida demostrará si
la gracia de Dios mora en nosotros. Se notará un cambio en el carácter,
en las costumbres y ocupaciones. El contraste entre lo que eran antes y
lo que son ahora será muy claro e inequívoco. El carácter se da a
conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se
ejecuten, sino por la tendencia de las palabras y de los actos
habituales en la vida diaria.
Es cierto que puede haber una
conducta externa correcta sin el poder renovador de Cristo. El amor a la
influencia y el deseo de ser estimado por los demás pueden producir una
vida bien ordenada. El respeto propio puede impulsarnos a evitar las
apariencias de mal. Un corazón egoísta puede realizar actos de
generosidad. ¿De qué medio nos valdremos, entonces, para saber de parte
de quién estamos?
¿Quién posee nuestro corazón? ¿Con quién están
nuestros pensamientos? ¿De quién nos gusta hablar? ¿Para quién son
nuestros más ardientes afectos y nuestras mejores energías? Si somos de
Cristo, nuestros pensamientos están con El y le dedicamos nuestras más
gratas reflexiones. Le hemos consagrado todo lo que tenemos y somos.
Anhelamos ser semejantes a El, tener su Espíritu, hacer su voluntad y
agradarle en todo.
Los que llegan a ser nuevas criaturas en Cristo
Jesús producen los frutos de su Espíritu: “amor, gozo, paz,
longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza.”
Gálatas 5:22, 23. Ya no se conforman con las concupiscencias anteriores,
sino que por la fe siguen las pisadas del Hijo de Dios, reflejan su
carácter y se purifican a sí mismos como El es puro. Aman ahora las
cosas que en un tiempo aborrecían, y aborrecen las cosas que en otro
tiempo amaban. El que era orgulloso y dominador es ahora manso y humilde
de corazón. El que antes era vano y altanero, es ahora serio y
discreto. El que antes era borracho, es ahora sobrio y el que era
libertino, puro. Han dejado las costumbres y modas vanas del mundo. Los
cristianos no buscan “el adorno exterior,” sino que “sea adornado el
hombre interior del corazón, con la ropa imperecedera de un espíritu
manso y sosegado.” 1 Pedro 3:3, 4. De Autor Momentos de Oracion.
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