El
hombre no fue creado para que viviese en la soledad; había de tener una
naturaleza sociable. Sin compañía, las bellas escenas y las
encantadoras ocupaciones del Edén, no hubiesen podido proporcionarle
perfecta felicidad. Aun la comunión con los ángeles, no hubiese podido
satisfacer su deseo de simpatía y compañía. No existía nadie de la misma
naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado...
Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una “ayuda idónea
para él”, alguien que realmente le correspondía, una persona digna y
apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en
amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del costado de
Adán; este hecho significa que ella no debía dominarlo como cabeza, ni
tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser
inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para
ser amada y protegida por él. Siendo parte del hombre, hueso de sus
huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y quedaba en
evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta
relación. “Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la
sustenta y regala”. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su
madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne”. Efesios 5:29;
Génesis 2:24.
Dios celebró la primera boda. De manera que la
institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del universo.
“Honroso es en todos el matrimonio”. Hebreos 13:3. Fue una de las
primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones
que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso.
Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia,
el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de
la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su
naturaleza física, intelectual y moral”.
Al unir en matrimonio las
manos de la santa pareja diciendo: “Dejará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24),
dictó la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin
del tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una
ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres. De Autor Momentos de Oracion.
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