Te
ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante
de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te
agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. 2 Reyes 20:3.
En medio de
su próspero reinado, el rey Ezequías se vio repentinamente aquejado de
una enfermedad fatal. Estaba “enfermo para morir”, y no había remedio
para su caso en el poder humano. Parecía
perdido el último vestigio de esperanza cuando el profeta Isaías se
presentó ante él con el mensaje: “Jehová dice así: Ordena tu casa,
porque tú morirás, y no vivirás”...
La perspectiva parecía sombría en
absoluto; y sin embargo podía el rey orar todavía a Aquel que había
sido hasta entonces su “amparo y fortaleza”, su “pronto auxilio en las
tribulaciones”. Salmos 46:1. Así que “volvió él su rostro a la pared, y
oró a Jehová...”.
Aquel cuyas “compasiones nunca se acaban” oyó la
oración de su siervo. “Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del
patio, fue palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a
Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu
padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas: he aquí yo te
sano...”. El profeta volvió gozosamente con palabras de promesa y de
esperanza. Ordenó que se pusiese una masa de higos sobre la parte
enferma, y comunicó al rey el mensaje referente a la misericordia de
Dios y su cuidado protector.
Los que buscan la salud por medio de la
oración no deben dejar de hacer uso de los remedios puestos a su
alcance. Hacer uso de los agentes curativos que Dios ha suministrado
para aliviar el dolor y para ayudar a la naturaleza en su obra
restauradora no es negar nuestra fe... Dios nos ha facultado para que
conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento ha sido puesto a
nuestro alcance para que lo usemos. Debemos aprovechar toda facilidad
para la restauración de la salud, sacando todas las ventajas posibles y
trabajando en armonía con las leyes naturales. Cuando hemos orado por la
curación del enfermo, podemos trabajar con energía tanto mayor, dando
gracias a Dios por el privilegio de cooperar con él y pidiéndole que
bendiga los medios de curación que él mismo dispuso. De Autor Momentos de Oracion.
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